29.07.07

Un alma caritativa me había avisado de que el desayuno era a las 8h en el comedor, así que a las 17:45 salía del apartamento a la calle. La bofetada que recibí fue increíble. Imaginaos que alguien os apuntara con un secador de pelo aumentado a cien veces su tamaño. ¿Lo tenéis? Pues algo así era el viento que estaba soplando a esas horas. Absolutamente seco y ardiente, casi quemaba en la cara.

Parece ser que he llegado justo cuando la isla estaba siendo azotada por lo que llaman la calima. Tan precioso nombre viene a describir algo así como una gran masa de aire del desierto que se desplaza sobre el mar y se ensaña con las islas durante varios días, cargándose el viento, los termómetros y las esperanzas de todo windsurfero, ya sea alicantino despistado o competidor de la world cup. 45 grados a la sombra es decir poco cuando el aire arranca cada partícula de humedad que encuentra. Un infierno.

Naturalmente, el famoso térmico del que disfruta esta parte de la isla no funcionó, y como ningún otro vino a sustituirlo, mi primer día en el Pro Center 2 fue un soberano aburrimiento, con la ventaja de que me dio tiempo a husmear por los rincones y hacerme un huequito entre mis compañeros, logrando que dejaran de llamarme “el nuevo practicante” y pronunciaran mi nombre más o menos correctamente (los alemanes no pueden con él, jo jo).

Por la noche nos fuimos andando algunos de nosotros por la laguna con intención de llegar a una fiesta de cumpleaños de alguien que obviamente no conocía, para colmo sin llevar nada que aportar para la barbacoa y con toda probabilidad, sin haber sido invitados formalmente. Sin contar con que llegábamos una hora tarde. El paseo de dos kilómetros bajo la luz de la luna por una laguna en marea baja es una experiencia que hay que vivir. El arte de pisar suelo firme es cosa difícil, pero pese a todo es una pasada. Y en un recodo protegido por un pequeño acantilado, encontrarnos de pronto con un grupo fantasmal bebiendo y comiendo en la semioscuridad plateada, con un todoterreno con todas las puertas abiertas a modo de barra e instalación musical, una fogata, y el mar centelleando, calmo, más allá de la extensión vacía de la laguna …

Tras un rato por allí viendo el ambiente y buscando sin éxito algo que beber para volver a la vida (en mi vida he tenido tanta sed), agarré un vaso con dos hielos con que humedecerme los labios y decidí adelantarme y volver de nuevo por la laguna.

Si antes he dicho que el paseo es algo digno de ser vivido, el mismo recorrido en solitario y sin conocer la zona es realmente de película. Las lejanas luces del hotel se ocultan por largos tramos, y la laguna tiene en algunas zonas tanta extensión que no ves el mar y sólo queda de referencia la forma vaga de las colinas a la izquierda. Todo arena fangosa salpicada de matorrales. Encontrar un camino no inundado yendo de espaldas a la luna (sin reflejos que indiquen dónde hay agua) es bastante difícil, pero la mayor impresión me la llevé cuando de pronto, apenas unos metros delante de mí, no se veía más que una masa totalmente lisa, oscura y homogénea. Agua. ¡Agua! ¿Agua? ¡La marea, idiota! Se está llenando la laguna y tú estás en medio. Todo un frente de agua avanzando a cerca de un palmo por segundo. Leyéndolo ahora puede sonar divertido, pero en aquel momento la situación me recordó bastante fielmente a la fantasmal laguna de Moria (en El Señor de los Anillos). Dedos de agua oscura y susurrante acercándose por todas partes. Hacia la derecha, todo inundado, y hacia la izquierda… Tras una carrera hacia las colinas rocosas, en la que milagrosamente no pisé más que uno o dos charcos, encontré por fin arena seca y seguí caminando hasta el hotel, con el viento caliente y seco en la cara y los oídos, bordeando la laguna convertida ya en un perfecto espejo de plata cada vez que volvía la vista atrás.

Al volver, un compañero de apartamento y yo realizamos una extensa batalla contra los mosquitos, que se saldó con más de 20 muertes en el bando enemigo y ninguna por nuestra parte. Ahora los mato casi sin mirar, esto está hecho. ¿Quién decía que vine a esta isla a aprender windsurf? ¡Mosquitocidio, es lo que hay! Recemos porque la calima acabe de una vez y el viento se los lleve al carajo.

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